No hay que buscar tanto, basta con encender el televisor a partir de la media noche o en la mañana; testimonios que dan fe de las bondades de estos llamados producto milagro, en los que siempre hay un antes y un después.
En muchas ocasiones te muestran una persona obesa que con ayuda de estos productos llegaron a su esbeltez, verdaderas ofertas y una gran demanda, nos muestran spots con los que audazmente se anuncia un producto que podría ser milagroso.
El mercado de estos productos engañosos, y hasta en algunas ocasiones dañinos, se calcula en cientos de millones de pesos en nuestro país; quienes los venden no hacen inventarios, no tienen registros, ni garantizan su eficacia con evidencia científica.
Los productos milagro carecen de autorización o tienen una inapropiada, pueden resultar nocivos para la salud de quien los usa, pues no se conoce su composición química.
La publicidad con la que se anuncian, está llena de afirmaciones imposibles de comprobar, inducen al error, ocultan contradicciones y exageran características o propiedades, son presentados como satisfactores inmediatos, que no implican esfuerzo y cubren necesidades inducidas o reales.
Uno de los productos típicos que se anuncian en todos los medios, son las pastillas que, ingeridas por pocos días, contribuirán a absorber la grasa corporal y ayudarán a quien las usa, a bajar de peso; está es una mentira absoluta y un engaño al consumidor.
A pesar de toda la evidencia en contra, ¿por qué permanecen en el mercado estos productos fraudulentos?, una de las razones principales es por causa de un marco jurídico insuficiente, que deja huecos legales de los que se aprovechan los productores y promotores, para continuar con su negocio.
El papel que representan los medios de comunicación en este caso, es muy delicado; el Reglamento de la Ley General de Salud en Materia de Publicidad, no los obliga a pedir autorización sanitaria oficial, antes de publicitar el medicamento, suplemento o remedio milagroso.
Los medios se convierten en responsables solidarios, sujetos únicamente a autorregulaciones, normas éticas muy subjetivas, o las peticiones de la COFEPRIS para retirar los anuncios engañosos.